domingo, 2 de octubre de 2016

Comenzamos la Batalla



     Maracaibo, diciembre 27, 1935,- La inauguración del nuevo régimen,  liquidador del gomezalato, ha comenzado. Por gomezalato entendemos, no la eliminación de un hombre, de una consigna, de una divisa, sino el conjunto de hechos y prácticas que han hecho importante, desde el ascenso de Gómez al poder la revelación de una voluntad popular. 

     El gomezalato está aún en pie y respira, aferrado a un viciado sistema que debemos eliminar totalmente. Paso a paso, según unos, violentamente según otros. Lejos de nuestro ánimo toda idea de desatar rencillas y predicar venganzas, entramos a l a nueva política animados de la idea primaria de restituir al pueblo la idea de su derecho, reivindicándolo en la práctica y afianzándolo en la realidad.

     Así, pecan contra la lógica quienes nos atribuyen, estudiando nuestra actitud de unas pocas horas, sentimientos e ideas que hemos combatido toda la vida, desde la tribuna del periodismo o el seno de la vida privada. 

     El gomezalato, como escuela de gobiernos tiene sus hombres y sus métodos. Y nace de una fuente enturbiada por apetitos que urgen segar. Cuando pedimos la eliminación de un sistema, reivindicamos un derecho. Cebarse en la mera representación de un nombre, o de un grupo de hombres, es una necedad. La libertad de los pueblos se conquista en las alturas de las ideas y no en el simple barajar de unas cuantas cartas combinadas para el escamoteo. 

     Que vuelva a nosotros, al pueblo que paga y sufre la explotación, la garantía de su sufragio, la igualdad necesaria al libre desenvolvimiento de la voluntad nacional y estaremos todos satisfechos.

     Es cierto que a esa cima no se llega sin un rudo esfuerzo. Pero hay que comenzarlo. Con voluntad de todas las horas, con ánimo sereno y firme de cada segundo.

     La sangre de las víctimas que caen; la persecución irracional de los hombres que se sacrifican sin más mira que el interés de la colectividad, merecen respeto y claman sanción. La hora de las reparaciones debe ser marcada con el respeto de las ideas de quienes, en ningún momento de su vida transigieron con el desgobierno ni se sometieron a la imposición despótica de los sabuesos de la dictadura. 

     Nada más grande en la realización de este fin, que dejarlo en libertad para que manifieste sus anhelos por todos los medios a su alcanza, sin el miedo de la represión. 

   No escondamos nuestros temor de que las garantías ciudadanas sean letra muerta apenas prometidas. La buena voluntad de los hombres que gobiernan no hallarán acomodo sino en la cantidad de necesidades que hagan presión sobre la organización política empeñada en hacer la felicidad de los gobernados. 

     El incienso de los perseguidores de cargos públicos suele nublar la visión del gobernante, aún del mejor intencionado. La presión popular espontánea y firme es el mejor norte y el mejor guía en las rutas de un porvenir libre de zozobras y de tiranías. El cambio hacia la comprensión del nuevo régimen debe estar señalado por una interpretación de las necesidades y legítimos deseos del pueblo con la voluntad del poder constituido, empeñado actualmente en sacar a la república del caos en que la sumieron 3o años de cruel tiranía. También tenemos esperanzas y de ello dejamos constancia pero, aún a toda costa de quedar rezagados en el coro de felicitadores de todo género a que genialmente aludiera nuestro admirable Pío Gil, preferimos saborear el oscuro goce de ver que el pueblo  mismo se abre el camino de su porvenir con mano serena.

Valmore Rodríguez
Panorama (Maracaibo, 31 de diciembre de 1935). -p.1 y 4.

sábado, 1 de octubre de 2016

Gómez y los andinos



     Un nuevo periódico de oposición a la dictadura venezolana acaba de aparecer en Nueva York, titulase "Venezuela Futura", y lo redacta el conocido periodista maracaibero Carlos López Bustamante, antiguo propietario de "El Fonógrafo" clausurado por Gómez, germanófilo impenitente, allá por los días trágicos de la gran hecatombe europea, cuando el gran diablo marabino libraba memorables campañas a favor de las causas de los aliados.

     Campea en las páginas del primer número de "Venezuela Futura", que acabamos de recibir, un nuevo concepto sobre el problema venezolano, concepto que, aparte algunas consideraciones acertadas, tiende a sembrar divisiones odiosos en la familia venezolana, azuzando peligrosas rivalidades de campanario que debiéramos liquidar ya para siempre, si es que queremos ver reunidas y apretadas en un solo haz las energías y las voluntades de todos cuantos llevan en sus carnes las marcas dolorosas del despotismo de Gómez. 

      Bajo el rubro "Gómez no es el problema" aparece en la primera plana de "Venezuela Futura" un articulo de autor anónimo tendiente a probar, con razones que no son tales, la peregrina tesis de que el problema que confrontamos actualmente no es otro que el andino, vale decir, la primacía del elemento andino en la maquinaria gubernamental como origen y causa de todos nuestros males. esta tesis simplista que no hubiéramos tomado en cuenta si la propia redacción en no ta editorial amparada por el mismo rubro no la ampliara y la prohijara, suscitando la idea de una campaña abierta contra determinada región de la República, acaso la más azotada por el vandalaje de Gómez, esa tesis, repetimos, por la forma en que está explicada, por la injusticia con que se plantea , merece ser combatida y rechazada enérgicamente, no sólo por aquellos a quienes el agravio se infiere directamente, sino por todos y cada uno de los venezolanos que nos preciamos de ser tales, y para quienes el problema, el verdadero problema, no presenta una suma de factores sociales precisables no por la contingencia de hombres y cosas, sino por algo más real, concreto y definido, que la acción de unos pocos hombres erigidos en amos del país, por dejación que ha hecho de este su bravura legendaria, su decoro y sus virtudes cívicas. 

     La persistencia de determinadas oligarquías en el poder no siempre significa que la responsabilidad de todo ello les corresponda enteramente. Tan culpable es el pueblo que se deja tiranizar como el tirano que lo oprime. Y en el caso concreto de los andinos, es bueno no olvidar que iguales cargos se hicieron ayer a los corianos bajo Falcón convertidos gracias a este en árbitros de la República. Cierto es que éstos no la despedazaron con tanta saña como los chácharos de Gómez, pero ello se debió a que su jefe, mas humano y más civilizado, les dio mejor ejemplo y escogía sus incondicionales, no entre las cárceles y presidios como ha hecho Gómez, sino en las filas del Ejército, que era en su época todavía merecedor de mejor nombre. 

     No es que excusamos los atropellos y los crímenes de los andinos que, según el justo porcentaje de los que señala el articulista (el 75) colabora con Gómez en la obra de destrucción material y moral del país. ¿Pero, sucedería de otro modo gobernando el propio Gómez con igual porcentaje de bandidos de Lara, Guárico o Carabobo? 

     Sospechamos que no. Los ejemplos de Pérez Soto y Silverio González, conocidos como las figuras más sombrías de la cuadrilla gomecista y el primero de los cuales sobrepasan en cien codos al sanguinario Eustoquio Gómez, nos atestiguan que ese régimen del cual es Gómez el arquetipo, utiliza a los hombres siguiendo aquel principio físico según el cual el líquido toma la forma del vaso que lo contiene. Por lo demás no está del todo comprobado que al hecho de que Gómez sea andino se debe exclusivamente su ferocidad y sus crímenes. 

     Es hora ya, para el bien de la República en la hora de la justicia próxima sonar, que estos prejuicios insensatos desaparezcan, como brotes mal sanos que son de otro regionalismo también censurable: aquel que fija límites cardinales a la capacidad para gobernar, siguiendo un canon inflexible según el cual -ha falta de razones biológicas de otro orden que lo justifiquen- sólo se excluye a los andinos. No. Por fortuna no es este el criterio que priva en las avanzadas de la oposición dentro y fuera del país. Nuestros problemas son de otro orden, y como tales los analizamos, procurando resolverlos, cuantos de cerca hemos vivido los 25 años de dictadura gomera, producto de una larga y pavorosa descomposición social cuyos orígenes arrancan del propio seno de nuestra guerra de emancipación. 

     Pobre, muy pobre y bien endeble, digno de ser aplastado por el talón de otro tirano peor que Gómez, seria el criterio de la oposición si a la larga cadena de crímenes perpetrados en Venezuela durante cuatro lustros de dominación gomera,  pretendiera encontrarle ahora explicación con el solo argumento de "problema andino", dejando en pie el otro problema. acaso más grave, que lo aclara y lo justifica: la incapacidad de los otros regímenes de la República para reaccionar virilmente contra el puñado de hombres que los aplastan y sojuzgan; su conformismo y su invalidez, que los condenan de antemano a la pasiva condición de ciervos del más audaz y del más fuerte.

     Necesitamos urgentemente, ahora más que nunca del esfuerzo y de la cooperación de todos los elementos sanos del país para la reconstrucción moral del hogar venezolano. Veinte o más años de disputas vanas en el extranjero por jefaturas militares en hipotéticas y fantásticas revoluciones que nadie ha podido realizar, debiera haber enseñado a ciertos venezolanos del destierro que la raíz de nuestros males es necesario buscarlas en una capa más profunda; que hay algo más en ese IMBROGLIO de la tiranía gomera que el predominio de determinados elementos regionalismos, y que el cambio de unos hombres por otros sin que se toque para nada la superestructura política y social del país no ha de significar otra cosa que la continuación indefinida del mismo mal, agravado por los apetitos contenidos hasta entonces de varias generaciones educadas  en la explotación y la iniquidad.

     Gómez pasará -sin que para vergüenza nuestra- hallamos hecho algo verdaderamente digno para derribarlo- y a ese pueblo explotado, a ese pueblo exprimido cuyo clamor de angustia no hemos sabido escuchar, será preciso darle cuenta de cuanto por él hemos hecho en bien o en mal, durante esta terrible y pavorosa pesadilla que parece ya eternizarse.  En previsión de esa hora, e necesario hacer acopio de argumentos que nos salven en parte de la culpa que a todos nos cabe, y nada será entonces mejor que la verdad, la verdad desnuda, confesándonos incapaces, ambiciosos, desvergonzados. Porque esa es la verdad que nos alcanza a todos. A los de dentro que claudicaron y callaron, a los de fuera que no supieron ni quisieron trabajar por el bien común dividiéndose en fracciocillas parroquiales, cegados por la ambición o por el odio, gastando su energía en la minucia, en el chisme, en el comadreo.

     ¿Qué ha dado de sí la oposición en veinte años de destierro? ¿Aparece por alguna parte algún aspirante al poder armado de doctrina, con una solución concreta y precisa para el menos de nuestros problemas?

     ¿Cuál ha sido la agrupación, el partido, el cenáculo, de todos cuantos se han formado en el extranjero, que haya salvado hasta la fecha, no ya el más elemental de sus postulados, sino siquiera su nombre? Panfletarios, guerreros, periodistas...de todos hemos tenido en suma copiosa. Pero necesitamos algo mejor. Necesitamos dirigentes políticos, hombres vinculados a las masas por algo más que tradiciones sentimentales o leyendas de sacrificio; urge encontrar un solo hombre capaz de imponer por sobre el alud de pasiones y apetitos desenfrenado, un ideal o una fe, no personal, regionalista, sino amplia y grandes, universal enraizada a los principios eternos de la equidad y de la justicia. Pero la vida de los pueblos no está sujeta a los caprichos y veleidades de los hombres. La conciencia de las multitudes es la ley, rige el ritmo del destino y se labra su propio bien por encima de las violaciones y de la incapacidad e los hombres que la explotan y conducen. Ellos serán en nuestro pueblo la sola fuerza justiciera; tanteando, cayendo e incorporándose, sabrá sortear los peligros de su actual condición caótica hasta imponer a sus verdugos el terrible castigo que se merecen. 

     Somos un pueblo y no un conjunto de patriecitas. la República quiere unión y no división. Puertas adentro está el yanqui y su maquinaria imperialista, dispuesto a aprovechar cualquier división para erigir republiquitas, manejables según su capricho y en beneficio de su capital. Recordemos esa amenaza de Zulia, suspendida sobre nuestras cabezas. La especie nació ayer amparada por el regionalismo estúpido; la reforzó el yanqui con la influencia de su oro, y hoy es preciso combatirla gracias a prevenciones y sutilezas de los propios connacionales, empeñados en distinguir con epítetos deprimentes el espíritu de independencia y otras cualidades características del zulianismo. 

     Gómez no es el problema, no lo ha sido nunca. Pero tampoco lo son los andinos. ¿Qué los cháncharos son ladrones diabólicos, asesinos? A la luz de la dictadura gomera recordemos la despiadada definición de Nietzche: "Virtuoso es todo aquel que no ha tenido oportunidad de ser otra cosa..."


Valmore Rodríguez
Reproducido en: El País (Maracaibo, 6 de Mayo de 1936). -p-1,2 y 3
Barranquilla, XVI-VI-XXXI
Un artículo republicado en "La Prensa" de Barranquilla el 20 de Junio de 1931
 

viernes, 30 de septiembre de 2016

En la Presidencia del Senado, sesiones ordinarias de 1948


Queridos Senadores:

     La grave crisis política que aflige al mundo es –querámoslo o no- el primer espectador que al abrir las puertas de estas Cámaras Legislativas nacionales se instala silenciosamente junto a nosotros. Ese espectador no ha sido invitado. Asiste por derecho propio, y lo califican sus méritos de testigo universal en una causa que es el drama de la familia humana. 

   Ni podríamos, aunque en ello nos empeñáramos, eliminar del debate apasionado en torno a los grandes y urgentes problemas venezolanos la incidencia punzante de la angustia universal. La independencia de las naciones es un fenómeno que se manifiesta en el acontecer cotidiano. Así hemos de reconocer, al inaugurar este período legislativo, que la perseverancia y la influencia de esa grave crisis política que circunda el ámbito nacional, es algo para ser estimado en cuanto vale como alerta, acicate y estímulo dentro de la estratégica y la táctica de nuestras deliberaciones. 

   Sería una puerilidad intentar planteamientos de nuestra cosecha, acaso convenientes a la realidad venezolana, como panacea para males de todas las latitudes, pues ni es ése el cometido que aquí nos congrega ni el tiempo que se nos asigna deja margen para disquisiciones de ese género. Si es esencial, en cambio, que indaguemos hasta donde podríamos evitar, mediante una labor legislativa eficaz, que en nuestro suelo arraiguen y prosperen prácticas e ideologías incompatibles con el espíritu nacional, y formas de explotación y dominio del hombre divorciadas absolutamente de las normas de protección social, justicia económica e igualdad política que ha implantado la Revolución. 

   Venezuela ha tenido la fortuna de haber sabido aprovechar el salto de su retardada evolución histórica en una obra de creación que estas Cámaras Legislativas habrán de perfeccionar y dilatar. Las oligarquías económicas que en otros países provocan alternativamente estados caóticos de terror y turbulencia social, han perdido aquí el poder político, de donde nace el ambiente de equilibrio y normalidad que nos da una fisionomía de excepción en el convulsionado escenario de América; y es expresión de tranquilo ejercicio de soberanía y de confianza general cimentada, el sosiego en que se desenvuelven los procesos políticos y la actividad económica y social de los sectores progresistas –tras el natural e inevitable sacudimiento que trajo la Revolución- aún a despecho de todos aquellos problemas que todavía gravitan entre a colectividad y que se manifiestan en la angustiosa escasez de viviendas, de ciertos artículos alimenticios, y de acueductos, hospitales y servicios sanitarios para importantes poblaciones y de todo aquello que constituye herencia no liquidada de los viejos regímenes personalistas. Esta realidad de nación asistida de justicia, alimenta de fe en su destino, puede ser negada –y los es por sectores oposicionistas-, mas sólo en el plano especulativo, como recurso lícito de propaganda; en la práctica, fuera de ese círculo, nadie estaría en capacidad de negar este aserto con pruebas a la mano. Y es que la paz social de un país y su prosperidad económica y su estabilidad política no pueden ocultarse ni establecerse mediante escamoteos retóricos o simple afirmación demagógica, sino que surgen y se manifiestan con la naturalidad de los que tienen existencia real. 

   Las instituciones emanadas de la Revolución y que habrán de perfeccionar y dilatar estas Cámaras Legislativas constituyen prueba elocuente de la espléndida vitalidad que acompaña al sistema democrático. Vienen ellas a labrar la felicidad de los intereses de la nación, y no la felicidad de unos pocos a costa de la nación. Así evitamos que se reproduzcan entre nosotros –recién salidos de la oscura matriz colonial- los fenómenos inherentes ala actual crisis de la democracia capitalista, frenando los peligros de los exterminios de la derecha y de la izquierda, y situando la cuestión capital –el hombre venezolano y su destino eterno- en el centro de la preocupación rectora. Si al romperse el equilibrio social de los pueblos, produciendo catástrofes de incalculable magnitud, volvemos los ojos al solar propio, no hay duda que hallamos razones suficientes para predecir larga existencia a nuestra recién afianzada transformación democrática, y un porvenir sereno al progresivo desenvolvimiento de nuestra política. 

   A la consideración de ésta Cámara estarán este mismo año importantes proyectos de leyes y reformas de positiva trascendencia para la colectividad venezolana. La ley agria entre ellas. Buscaremos asentar permanentemente la justicia social en el campo, al propio tiempo que aumentar la producción, instituyendo normas que permitan la explotación racional de la tierra, y regulen las relaciones de los que la trabajan. Y ello sin demagogias ni miedos. La ley del trabajo requiere a su vez reformas en sentido que concilie con justicia y sinceridad de los intereses de ambos factores de la producción industrial. Estamos seguros que con estos dos instrumentos convenientemente ajustados a la realidad actual del país, la paz social quedará garantizada por muchos años. 

   Pero hemos también de acometer la reforma de otras leyes que son el complemento indispensable de la obra sustantiva de la Revolución. El Poder Judicial tiene que ser reorganizado y reformado en todas las ramas de su actividad. En el seno de una subcomisión de la Comisión Permanente, que siguió al cierre de las sesiones extraordinarias del Congreso, se originó un proyecto de Ley del Poder Legislativo, que regulará el funcionamiento de éste y sus relaciones con los otros poderes. Es vivo anhelo de las Cámaras Legislativas actuales que la vida Institucional de Venezuela descanse sobre sólidas columnas y al legislar sobre sí mismas, tenderían hacia esa finalidad, mediante el deslinde y fortalecimiento de la esfera propia de cada uno de los órganos del Poder Público, de suerte que éstos estén siempre inspirados en el mandato expreso del Soberano a través de su ley y sea esa inspiración la que prive definitivamente en este país por sobre cualquier voluntad individual, arbitraria o caprichosa. La Nación venezolana resplandecerá en toda su majestad y grandeza cuando repose tranquilamente en el equilibrio de las fuerzas institucionales básicas y en el decoro y decisión de quienes las orientan y dirigen.

   Otros instrumentos de legislación vendrán oportunamente a la discusión de las Cámaras Legislativas. El código del niño, por ejemplo, que está previsto en el artículo 49 de la Constitución, debe ser aprobado este mismo año. Prácticamente hay que reformar todo el acervo de nuestras leyes, para armonizar con la nueva Constitución y deslástralas del espíritu antidemocrático y oligárquico que las informa, e insuflarles el espíritu de la renovación y re-creación de la época que vivimos.

   Luego hemos de encarar el Presupuesto, herramienta para el laboreo acucioso del próximo año fiscal. Es aquí donde el poder Ejecutivo recoge el productos de sus desvelos por el bienestar de la Nación, tras el examen minuciosos del conjunto de problemas que se apilan cotidianamente en los diversos departamentos de su Gabinete. El objeto primordial de la atención del Legislador, al entrar a debatir el presupuesto, es si él responde, en sinceridad y previsión, a las exigencias de la técnica, y luego al imperativo que se expresa en el conjunto de necesidades publicas a satisfacer en forma equitativa, oportuna y prudente. 

   Dos actitudes generalmente se registran al hacer el enfoque de la tarea legislativa. Una es de preocupación patriótica, al margen de toda consideración de partido, consistente en dar apoyo a toda medida beneficiosa para la nación, y la otra es hacer girar todos los debates, aún sobre cuestiones nimias, al compás de mezquinos intereses políticos, de fracción o de grupo, con patente finalidad obstruccionista, enderezada a lograr que el Congreso no legisle de manera que se desacredite como institución, o que fracasen los grupos que en él predominen, liberando de su influjo a las masas que los siguen, según la conocida de típica raíz totalitaria. 

   Venezuela espera de sus representantes que no sea la actitud negativa la que trate de expresarse prominentemente en estas Cámaras este año. Mayoría y minoría están en el deber de esforzarse –delante de ese espectador silencioso que es la crisis política mundial- por imprimir a los debates que aquí han de desarrollarse sentido de responsabilidad para con la patria. Que la angustia vecina y los dolores lejanos sirvan de lección para lo que o debe hacerse, y que al buscar remedio para nuestras dolencias, no olvidemos acoplar el espíritu a la ansiedad del mundo, para mitigar en algo las suyas, en noble gesto de solidaridad humana. He aquí la más hermosa síntesis de u n programa para la labor legislativa de este año.

Queridos senadores:

   Debo agradecerles nuevamente el honor de la ratificación de vuestra confianza para el desempeño del cargo de Presidente de esta Cámara, y al aceptar complacido la designación, prometo solemnemente cumplir a cabalidad mis deberes, con ánimo sereno y espíritu justo, puestos la mente y el corazón en el desvelo de la patria venezolana. 

   En nombre de la República declaro solemnemente inauguradas en el presente año las sesiones ordinarias de la Cámara de Senadores. [1]



[1] También fue publicado en: El País (Caracas, 20 de abril de 1948) pp. 1 y 15 . Diario de Debates de la Cámara de Senadores Extraordinarias . Mes 1– No. 1 (Caracas, 24 de Abril de 1948) pp. 5 y 7

jueves, 29 de septiembre de 2016

COMUNISMO, NO!



          Se usa y abusa en estos días de extraordinaria tensión económica, no sólo en nuestro pueblo, sino más allá, de este vocablo misterioso que quiere decir mucho, y la más veces no significa nada que es el comunismo. La verdadera significación de ese vocablo es el marxismo revolucionario, y tiene su explicación práctica en el sistema político, económico y social de los Soviets, imperante en Rusia. 

    Ese fantasma peligroso se a apoderado de la imaginación de muchos hombres, con furia tal, que parece como si repentinamente se hubiese producido en nuestra patria una catástrofe tan grande que hubiera hecho brotar de debajo de cada piedra un comunista armado de bomba y puñales, amenazando desquiciar todo concepto de moral social y subvenir el orden republicano que hemos conquistado. 

     La realidad es otra cosa. El partido comunista y la doctrina que sustenta sí tiene, como en todas partes, sus adeptos en Venezuela. Pero de ahí a afirmar que en cada hombre que defiende los intereses  de la clase obrera o aboga simplemente por el mejoramiento económico de los estratos inferiores de la sociedad venezolana, hay un comunista, es tan arriesgado como incomprensible. Ni creemos que el mejor medio de combatir  los pequeños Soviets criollos es el de alzarlos a pirámides que los exponen demasiado a la mirada de una masa que, por impreparada podría dejarse atraer por la aureola de lo misterioso y por la mística simplista de lo prohibido. 

     El combate al comunismo criollo debe tener por escenario la realidad de una situación económica y social modificada, donde el obrero halle el sustento y la justicia debida a su condición, sin esa mole gomecista del trato a garrotazos y la condena de la carretera; condiciones estas que hicieron posible en la Rusia esteparia y lejana, el triunfo rápido y violento de las huestes del bolcheviquismo. 

     Hay que mirar como remota la posibilidad de un entronizamiento comunista en nuestro país. Aún el socialismo moderado en sus fines, no halla raíces suficientes en nuestros métodos de producción para afianzar sus postulados de acción gradual sobre una economía como la nuestra, agotada en su crecimiento e intervenida por factores extraños. En presencia de la realidad venezolana, las teorías mas audaces y justas fracasan lamentablemente, y los emplastos curativos deben buscarse en la propia fuente de acción social que origina las crisis peculiares de nuestra vida. 

     Comprendiéndolo así, el gobierno actual y sus hombres representativos, contrariando el sentir de grupos poderosos pero ineducados y asustadizos, se ha dado a la tarea de modificar con valentía digna de encomio, la condición económica, política y social de las grandes masas, como el medio más efectivo de inmunizar la mentalidad de nuestro pueblo contra falaces conceptos inaplicables a nuestro medio. Comprendemos que en muchos casos, atribuibles a ignorancia y otros factores de orden moral, se exceden las aspiraciones frente a empresas en quiebra o en vías de crecimiento; pero ello no hace sino demostrar y señalar vicios de origen que se relacionan directamente con el régimen tirano que acabamos de derribar.  

     Es infantil y temeraria la empresa que acometen ciertos señores, cuyas convicciones respetamos sin compartirlas, de aplicar el rótulo comunista a cuanto ciudadano contradice sus propósitos y pesimismo. Y en cuando a la leyenda del espantapájaros del comunismo, su abuso aguza ya el ingenio de nuestros humoristas, que comienzan a llevar a la caricatura y al chiste, el verdadero significado que no le dan los profetas del desastre. 

Publicado en el periódico Panorama
Maracaibo, 15 de abril de 1936
p.1 Editorial 





martes, 27 de septiembre de 2016

En la Presidencia del Congreso, al tomar posesión el Juramento de Ley al Presidente Electo, Don Rómulo Gallegos

     Ciudadano Presidente Electo:

     La elección en usted recaída para Presidente Constitucional de los Estados Unidos de Venezuela representa en la historia de nuestro país un hito capital, de esos que separan épocas y definen cambios de rumbo definitivos. Tras una campaña electoral ardorosa, en que no se ahorraron epítetos, acusaciones y ataques de parte y parte, como suele ocurrir en todo debate de la índole en cualquier país democrático, advino el día de decidir si estaba fundado en hechos reales el alegato de que la patria de Bolívar era incapaz de ejercitar y expresar dignamente su voluntad soberana. El resultado de esa jornada memorable, de ese 14 de diciembre de 19947, lo conoce el mundo: no hubo un solo muerto, ni un herido, ni un atropello, ni violencia alguna. En filas disciplinadas, respetuosos del derecho ajeno, el hombre y lamujer de Venezuela, desde el adolescente de más de 18 años hasta el anciano de cualquier edad, alfabeto y analfabeto, acudieron ordenadamente a las urnas, custodiadas por representación calificada de todos los partidos, y con su voto libre se dieron a si mismos el Primer Presidente y el primer Congreso constitucional que pueden realmente reclamar en los fastos nacionales el exacto y cumplido título de representantes de la voluntad soberana del pueblo. 

     Dolería reconocer ante extraños esta triste verdad, si no fuera porque con ello nos hacemos la autocrítica más edificante y que la mejor contribuyente al desarrollo de la sinceridad democrática entre amigos que deben estimularse recíprocamente invocando testimonios cabales de la propia historia. Y porque además, con ello no estamos acusando todo el pasado de Venezuela como una negación perenne y total del sistema democrático. La justicia histórica reconoce en muchos de los hombres que dirigieron la marca vacilante de la nación por el camino republicano, después del proceso emancipador, decidida vocación democrática y anhelo sincero de afincar las instituciones políticas sobre el sólido cimiento de la voluntad popular. Desgraciadamente, la realidad social del país, la constitución no escrita emanada de un conjunto de fuerzas que tenían el control de la economía y los instrumentos materiales del poder, frustraban la noble intención de los ideólogos y propagandistas del sufragio libre. 

     Un caudillaje bárbaro, de clásica estirpe feudal, turnábase el mando, a favor de golpes de fuerza o mancuerna de componenda palaciega, como en juego de sucesión dinástica. Lo constitucional venezolano, era ese cuadro, en cuyo centro se reproducía la misma tipicidad del fenómeno que dió nacimiento a las revoluciones burguesas de Inglaterra y Francia, con su reborde de angustia colectiva minando y preparando la vía hacia el salto de la transformación histórica violenta. 

     Brusco fenómeno de penetración económica comienza a perturbar de pronto el panorama social y político de Venezuela. Descúbrense fabulosos yacimientos de oro negro; se explota intensivamente esa riqueza; defórmase poco a poco a débil estructura de nuestra economía raizal, y atropelladamente se mete en la conciencia de nuestro pueblo, con el rudo impulso que impele a la proletarización de grandes masas de clase media, la necesidad biológica de armar pelea para el subsistir físico y espiritual, dentro de normas de justicia social e igualdad política. La democracia plena y cabal, como lo exigen la experiencia del mundo y la estrategia elemental del buen sentido humano, tenía que ser la síntesis lógica del proceso iniciado. Paralelo a él, hijo de él mismo si hemos de ser exactos, culminaba otro proceso, el instrumental de la preservación del poder: la tecnificación del Ejército, y su consecuencia: subordinación del espíritu del oficial al honor militar, al superior interés de la nación y no al mezquino personal del autócrata voluntarioso. Es axiomático que donde se cierra la puerta del sufragio, se abre la del cuartel. Hasta la Revolución de Octubre, la historia del sufragio en Venezuela era la historia de su negación. De ahí el menudeo de los pronunciamientos a la española, o mejor dicho, de los vulgares cuartelazos a la venezolana. Pero en Octubre del 45, en las vísperas de un proceso electoral amañado, para la provisión del más alto cargo ejecutivo, hicieron conjunción las dos revoluciones que se gestaban separadamente, aunque alimentadas por un mismo cordón umbilical: la revolución civil que el pueblo empujaba con todo el ímpetu de su voluntad sojuzgada, y la revolución militar, que venía a rescatar el Ejército nacional, heredero de las glorias de Bolívar, de la humillante condición en que lo mantenían los regímenes autocráticos semi-dinásticos. Pueblo y Ejército son así los dos héroes colectivos de nuestra Revolución democrática, y en ellos tiene usted, ciudadano Presidente Electo, la fuerza incoercible que ha de ayudarlo a sostener en alto y en alto pabellón de la patria, de suerte que brinde sombra generosa y amparo tutelar a esta nación de hombres libres que por fin se ha encontrado a sí misma, hermosa de toda hermosura, transfigurada de candor y dignidad, y ansiosa de volver a tomar los caminos que le dieron gloria en la alborada de su vida independiente; sólo que ahora en son de paz, de baquía espiritual sin tormentas, en solicitud de solidaridad para el común empeño de liberación del yugo económico. 

     Creador de rumbos espirituales, le ha dado usted a esta patria, ciudadano Presidente Electo, un excelso gajo de resplandor que ya era –antes que el voto popular lo consagrara a usted Presidente de los venezolanos- guía infalible en la tiniebla de la incertidumbre y la desesperanza. Y porque usted interpretó su drama y descifró el mensaje de su agonía, en La Hora Menguada, Venezuela ha querido que sea la misma mano que plasmó fulgurantes personajes de ficción –símbolos acabados del hombre, el paisaje y la psicología nacionales-, la que empuñe ahora el timón de su destino, en plan de convertir en realidad lo que esbozó la preocupación del escritor y del hombre público en la obra inmortal de las letras y en el compromiso solemne. 

     Negras nueves de intranquilidad ciérnense aún sobre el panorama internacional, como consecuencia de la defectuosa liquidación del tremendo conflicto que puso fin a la amenaza de la coalición nazifacista. Corresponde a Venezuela moverse con agilidad y prudente realismo en ese mundo agitado, para no caer en el miedo, ni en la provocación, ni en el círculo de intereses egoístas de los imperialismos. Que vuestra gestión, ciudadano Presidente Electo, se encamine a situar decoro y los intereses permanentes de la nación venezolana por encima de las transitorias o permanentes querellas de los poderosos, aunque sin olvidar que somos parte de un continente que fía su seguridad y su vida misma al sentido de la solidaridad, en salvaguardia del patrimonio común de un modo de vida democrático que no puede ni debe ser puesto en peligro por nuevas incursiones de regímenes y filosofías de tipo totalitario. 

     En nombre del Congreso Nacional presento a usted, ciudadano Presidente Electo, cordiales congratulaciones por el honor que le ha discernido el pueblo venezolano al exaltarlo a la Primera Magistratura, y presento así mismo un respetuoso saludo a los Excelentísimos señores Embajadores y Representantes Especiales de las naciones amigas que honran este acto con su presencia, testimoniando así la simpatía que les inspira el normal desenvolvimiento de la democracia venezolana.





 Publicado en Bayonetas de Venezuela
México 1950
Ediciones e Impresiones Beatriz de Silva



lunes, 26 de septiembre de 2016

Reflexiones para Cadetes y Jóvenes Oficiales

    Me pregunto con inquietud: ¿qué será en estos momentos de los jóvenes cadetes que ingresaron a las diferentes escuelas de formación de oficiales, llenos de entusiasmo por una carrera caballeresca? ¿Y qué de las últimas promociones de esas escuelas que pasaron a las diversas armas y servicios orgullosos de sus estrellas, en la seguridad de que iban a seguir austero ejemplo de dignidad profesional y servir a su vez de espejo a los que habrían de seguirles?

   El ejemplo que tienen ante los ojos no puede ser más degradante. Para comenzar la Junta Militar que usurpó el poder envió una comisión de cadetes al mando de un oficial de la Escuela Militar para que condujera a un calabozo donde ésta funciona al Presidente de la República. Primera violación de la Constitución ala que se obliga a esos cadetes. Primera violación del principio de la Jerarquía. Porque el Presidente de la República es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y encarna la legitimidad constitucional conferida en comicios libres. El coque de esa orden policíaca ha debido conmover hasta su raíz en el sentido de honor militar de esos jóvenes cadetes.

   Luego se desató el vendaval de la represión policíaca. Las escuelas suspendieron clases por orden de una superioridad demente para presentar armas a la usurpación, frente al cadáver de la legalidad y en medio del lito de un pueblo traicionado.

   Y luego vino la labor oscura del acuartelamiento silencioso, del patrullaje atormentad, del ¿quién vive? en la muerta soledad de las calles, donde reina el toque de queda, mientras detrás de los cristales y persianas de las mansiones y los entreabiertos ventanucos del barrio acechan las miradas de las madres, las hermanas, las novias - sus madres, sus hermanas, sus novias!...- ¿Y todo por qué, para qué?

   Porque un puñado de valientes de la Superioridad se agavilló para tomar por asalto el poder. Para que ese puñado de valientes saboree plenamente el fruto de una bastarda ambición política.

   Pero eso no es todo. Verán y sentirán cosas más graves todavía. Fuera del recinto donde estudian y meditan y se moldean sus espíritus para el servicio honroso de las armas de la República se está librando una batalla, una inmensa batalla contra el pueblo indefenso. Patrullas de soldados con bayoneta calada, casco y granadas de mano se introducen en los hogares de los gobernantes caídos, rompen escritorios, archivos y roperos, acuchillan mantas y colchones y cargan con un botín de toda suerte de objetos de uso privado: papeles, prendas de vestir, condecoraciones, platería, relojes y dinero, hacia el Ministerio de la defensa, de donde ha partido la orden del saqueo, y conducen a las prisiones verdaderos racimos humanos, a pie, en camiones, radiopatrulleros, automóviles…Funcionarios de toda jerarquía, senadores, diputados, jueces, concejales, médicos, ingenieros, profesores, maestros. Periodistas estudiantes…todo es uno y lo mismo para la bárbara dictadura de Juan Vicente Gómez.

   Después le llegaran las noticias furtivas del drama singular en que se debate su pueblo, a tofo lo ancho y a todo lo largo del territorio nacional. Un oficial indigno arresta al Presidente de la Cámara de Diputaos y lo pone a dormir en el suelo de un cuartel. Vejaciones de palabra y obra reciben los secuestrados políticos en las cárceles. Ministros y parlamentarios se hallan incomunicados y privados de las más elementales consideraciones. Se atropella vilmente a los estudiantes en las universidades y liceos. Se traslada esposados a los detenidos políticos a la Penitenciaría de San Juan de los Morros, en camiones como si fuesen ganado. Se clausura la prensa que apoya al régimen constitucional y son liquidadas las empresas que la editan. Se reprimen las actividades sindicales y se apresa en masa a los dirigentes obreros. Se multiplican los allanamientos de hogares sin fórmula judicial. Y se colma la medida con aquello que es ya un ataque directo a la propia institución militar: expulsión del oficiales del servicio activo; relevos en los mandos por razones de favoritismo para garantizarse obediencia incondicional; intrigas por posiciones y granjerías, abandono de las tareas profesionales, relajamiento de la disciplina en todas las dependencias militares…

    Eso no estaba en el programa con que se les atrajo a las escuelas. Es más. Porque eso estaba ya, precisamente, excluido, fue por lo que tantos y tantos muchachos abandonaron liceos y universidades parra venir a traer su aliento juvenil a esta profesión de las armas que se les antojaba marginada para siempre del aventurerismo de la conjura contra el poder civil y libre de la instabilidad que va unida a la conmoción de los cuartelazos.

    Ahora el sueño romántico de esos jóvenes se ha desvanecido. Y tócales sufrir la violencia del contraste. Ayer apenas las muchachas, los familiares, los amigos y el pueblo ingenuo los veían pasar por las calles metidos en sus brillantes uniformes, con orgullo y admiración. Hoy caen sobre ellos unas miradas cargadas de reproches, incomprensión y rencor. Y será en vano que se pregunten: ¿Per es que acaso somos culpables?¿No comprenden que el militar no discute las ordenes superiores sino que debe obedecer?...

    No. Nadie lo comprende. Es difícil comprender. Porque la gente común sólo piensa en el hecho de que ha perdido sus libertades; que no hay seguridad para nadie; como la Junta Militar ha dicho que el golpe armado se ha realizado por voluntad y mandato de las Fuerzas Armadas, todo el mundo tiende a creer que ello es así y por ende, que todo el que lleva uniforme es un cómplice consciente.

    Juventud es generosidad, gallardía, nobleza, quijotismo. Un buen ejemplo, una enseñanza noble, la prédica y el ejercicio de lo justo, cáptenles de inmediato a los jóvenes cerebro y corazón, naturalmente inclinados al bien. Estos actos de primitiva violencia y de desposeimiento arbitrario no pueden tener su aprobación. No obstante, con la intención deliberada se ha llevado a esos jóvenes a participar en actos indignos y a recibir su parte en la condenación de los hombres libres, como buscando que ello les haga el sentimiento de una solidaridad imposible con lo que han delinquido.

***

    Se les ha enseñado a los jóvenes que han de respetar el superior símbolo de la jerarquía, pero es entendido que ese símbolo no puede deshonrarse con el mal ejemplo. Si éste se contiene en orden que ha de ser cumplida, queda al lesionado el derecho de apelación. La estructura entera de la organización militar reposa en la obediencia. ¿Y qué ocurre al sobrevenir una rebelión encabezada por las autoridades militares más altas, contra el orden constitucional y el Presidente de la República que representa, quien es además el Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas? Pues que el subalterno queda a merced de la arbitrariedad de los revoltosos y en un estado de indefensión que le embota transitoriamente el sentido de la responsabilidad moral privándolo de reaccionar debidamente a favor de la autoridad superior desconocida. Pero el derecho de apelación subsiste, y en nombre de ese derecho puede el lesionado exigir rectificación y la restauración del imperio de la ley que lo protege en la dignidad y la sinceridad de su juramento.

    Complicidad se ha pedido y buscado en el caso concreto, y sólo se ha dado obediencia a la orden del superior. Esto quisieran que se dijera y explicara esos jóvenes cadetes, oficiales, clases y soldados que fueron utilizados como elemento pasivo por los responsables de la rebelión. Por supuesto que hay cómplices y que no todo es inocencia. También en las fuerzas armadas, como en toda asociación humana, la democracia y la antidemocracia reclutan adeptos. El desconocimiento del régimen democrático por oficiales que deshonran el uniforme y traicionan su juramento cuenta con la adhesión de los anti demócratas que hay en la institución armada.

   ¿Quién ha de explicar a las gentes cuál es el verdadero sentimiento de los no responsables y de los que repudian el acto indigno? Lo haremos los demócratas, los que no queremos que nuestro pueblo confunda en un mismo gesto de reprobación y desprecio, al inocente con el culpable. Los traidores andan en busca de cómplices. No cejarán en su empeño de comprometer el mayor número, de corromper al incorruptible, de lograr que el odio público alcance a todos los militares, a fin de que éstos reacciones como un cuerpo homogéneo y solidario y la responsabilidad del crimen se extienda a toda la comunidad castrense. NO se detiene ahí el propósito artero. La generalización del odio popular a todos los hombres de armas es procurada por los traidores como recurso para perpetuarse en el poder. He ahí su designio inconfesado, que no prosperará, porque el pueblo venezolano tiene la suficiente madurez política para atraer a su cariño y salvar de la indignidad a las fuerzas armadas, rechazando lo que en ellas perdura de bastarda ambición política.

    Si vuelve los ojos angustiados hacia las jóvenes promociones militares, no es porque desconfíe de las anteriores en general, ni porque crea que de los cuarteles dependa exclusivamente su salvación o su perdición. El progreso institucional que cobró un ritmo vigoroso con la Revolución de Octubre, no puede ya ser definido por militares o civiles. Porque es un estado de conciencia y porque está determinado por el desarrollo económico y cultural de la nación. Es que en la juventud reposa la más halagadora esperanza, y la angustia se origina en el temor de que cerrado transitoriamente el palenque político al coloquio natural de los partidos, las escuelas militares lleguen a convertirse en el sustituto de ese palenque, y a ellas se vaya entonces, no a seguir la carrera de las armas, en bien de la defensa nacional, sino la carrera de la política. La deducción no es aventurada. Es un corolario lógico de la actitud asumida por los revoltosos al establecer que la soberanía nacional, nada vale frente al ciudadano armado. Eso y decir que el camino para llegar al poder comienza en las escuelas militares es uno y lo mismo. ¿No es como para echarse a temblar frente a la perspectiva de una nación sin defensa, retrasándose deplorablemente en el ritmo promisor que le imprimiera la Revolución de Octubre?

   Muere el incentivo profesional cuando el aspirante a oficial y el oficial mismo se encuentran rodeados de intrigas, y se cambia el objeto del estudio y la faena, y se substituye el deber por el cálculo- ¿Qué cosa mejor entonces que cultivar el pupilaje? ¿A dónde no llevan la adulación y el servilismo? ¿Y cómo no buscar por cualquier vía el ascenso a posiciones desde donde se pueda extender la mano a las máximas aspiraciones de predominio político, cuando ése es el ejemplo?

    Los viejos oficiales que sufrieron esa ignominia durante la etapa más bochornosa de nuestra historia militar, se estremecen a la sola idea de su recurrencia. Toca a los jóvenes oponerse resueltamente a que esa etapa se actualice, en defensa de una carrera que timbre de honor, y no refugio de aventureros corrompidos.
 
***

   Obsérvese detenidamente el panorama actual de la institución militar, a poco más de dos meses de realizado el acto sedicioso. ¿Cuántos profesionales están en el puesto que les corresponde por sus aptitudes y merecimientos? El triunvirato se ha rodeado de las figuras políticas más oscuras más oscuras e incapaces que pueden reclutarse en el campo civil para un gobierno usurpador. Unos tras otros rechazaron los caros que se les ofrecieron a destacados personajes de solvencia moral adversos al régimen depuesto. Y a costado trabajos y humillaciones sin cuento a la Junta Militar el logro de su gobierno por unos pocos países americanos. Desasistida de apoyo en la masa popular y en los sectores progresistas e la sociedad venezolana, la unta ha tenido que echar mano a los recursos más indignos para comenzar por la propia oficialidad de las fuerzas armadas. De cargos y servicios importantes se ha separado a pundonores y competentes oficiales, para poner en su lugar adeptos incondicionales. Más de una guarnición se halla prácticamente insubordinada (*), sin que el Ministerio de Defensa pueda hacer nada para someterla. [1] en los cuarteles se ha sustituido el programa de trabajo ordinario por uno de discusión política. La disciplina está relacionada a tal punto que todo marcha a trompicones, entre pleitos y rivalidades, y los propios partidarios civiles del régimen se dan cuenta de la anarquía imperante y pronostican una catástrofe para fecha más o menos próxima. ¿Vale la pena para un joven con verdadera vocación militar el mantenerse sometido a esas condiciones, y en medio del odio publico?

   Porque a estas alturas la Junta Militar no ha de convencer a nadie de que el golpe de noviembre se inspiró en motivos patrióticos. Las razones políticas aducidas por ella son tan endebles que no resisten el más somero examen. Y en cuanto a la leyenda propalada por los conjurados de que el partido gobernante proyectaba “disolver” el Ejército, ha transcurrido el tiempo suficiente para que el menos entendido se haya dado cuenta de que eso era una engañifa para suscitar alarma en la oficialidad y hacerla así servir los fines políticos de los jefes del Estado Mayor y el Ministerio de Defensa contra el orden constitucional.

   Lo de disolver el Ejército es algo que no puede entrar jamás en los cálculos de ningún partido político que aspire a gobernar. ¿Puede subsistir la nación sin una organización militar que la defienda? Por supuesto que no. Y eso es ya contestar, que el partido gobernante, el más maduro y responsable de nuestros organismos políticos, no incurrirá jamás en tal absurdo.

   ¿Qué Acción Democrática estaba cometiendo desafueros delictuosas en el poder? Ni uno solo se ha sacado a la luz pública hasta la fecha, porque sólo existían en la imaginación de los conjurados. ¿Qué había sectarismo y agitación e incapacidad administrativa? Mentiras también, pero si lo fuesen, el juez para conocer de ello es el pueblo de Venezuela y no el Ejercito. Las enmiendas a un rumbo errado en el gobierno se logran mediante la crítica pública, y al fallar esta, la papeleta electoral decide. Los partidos llevan en el pecado la penitencia, que es perder el favor del pueblo, única fuente legítima del poder. Esa es la fórmula civilizada en todo país democrático. Cuando el Ejército interviene con un acto de fuerza, abandona su función legal y viola la soberanía nacional. El primer daño se lo infiere a sí mismo al meter la política en su seno. Sólo en un caso se legitima la violencia armada, y es cuando se trata de derribar una tiranía, un régimen de usurpación, que priva al pueblo de elegir directamente a sus gobernantes. De ahí la legitimidad de la Revolución de Octubre, que derribó un gobierno no elegido por el pueblo y opuesto a que éste ejerciera el derecho de realizar su voluntad soberana.

   Errores ha podido cometer Acción Democrática en su gestión de gobierno. ¿Qué partido no los comete? Pero los del partido gobernante fueron errores de buena fe, y en ningún caso llegaron a asumir caracteres delictuosas ni menos de traición. Los fondos públicos fueron manejados con tal pulcritud que el triunvirato no ha podido, por más que ha hurgado los archivos públicos con enfermizo afán de encontrar delitos, registrar un sola huella de actividad culposa. Y en cuanto a errores, que pudieron explicarse en un partido que se estrena en la labor administrativa, no hay uno solo que pueda reflejarse en daño del patrimonio moral y material de la nación, ni de tal monta que amenazara hacerle perder el vigoroso respaldo popular que lo asistía. En cambio, ¿Por qué no reconocerle al partido gobernante sus grandes aciertos –que indudablemente fueron mayores que sus errores-, y los servicios eminentes que le ha prestado al país? De todos modos, la cuestión corresponde dilucidarla a las fuerzas políticas y no a las fuerzas armadas.

   Es materia esencial de enseñanza en los institutos militares, la sublimación del culto a la patria y a sus símbolos representativos. La bandera, el escudo y el himno forman la trinidad gloriosa de la religión del soldado. Sin embargo, la patria no es solo la bandera, un escudo y un himno. La componen también su capital humano, sus instituciones públicas, sus riquezas materiales y espirituales. Todo ese conjunto hay que elevarlo, inseparablemente a la devoción del soldado. ¿No se rinde culto a la patria cuando se honra a la bandera, al escudo y al himno y no se honra al mismo tiempo al venezolano en sus libertades y en su derecho al pan y a la cultura? Y no sólo se irrespeta a la patria cuando se irrespeta a sus símbolos, sino también cuando se irrespeta a sus hijos en el goce de su bienestar y de las leyes que los protegen de la arbitrariedad y el capricho. ¿Podrá estar en paz con su conciencia el ciudadano armado que asiste al espectáculo de una patria violada en sus instituciones y herida en la fuente del bienestar material y moral de sus hijos? De ser así, habría que poner en duda el amor a los símbolos, que al fin y al cabo no son sino el trasunto de una aspiración a la realidad eterna del hombre, razón de ser de las patrias.

    Si las escuelas militares no forman al oficial en esa concepción integral de la patria, corren el riesgo de estar cumpliendo una función perturbadora. La Revolución de Octubre, al eliminar de los cuadros del Ejército al empírico chopo-de-piedra, fraguador de conspiraciones políticas, creyó poner las fuerzas armadas a salvo, de una vez para siempre, de toda contingencia imputable a trastornos y cambios bruscos en el tren del gobierno. Era ya la armonización de la enseñanza teórica y práctica de las escuelas, de los principios de formación, con la vida normal del oficial encuadrado en la línea del deber y del honor profesional. No más aventuras políticas, dirigidas por estrategas del golpe de Estado, sino dedicación ferrosa al perfeccionamiento técnico y a la estabilidad de los cuerpos armados. Tal pareciera ser la consigna de los jefes militares y de los oficiales leales al espíritu de la Revolución; de todos aquellos que estuvieron a la cabeza del movimiento armado con sinceridad de propósitos, y a quienes hoy se relega, se acosa y desprestigia, por mantenerse leales al verdadero concepto de la integridad institucional. Y así se replantea el viejo dilema: - O fuerzas armadas profesionalizadas o escala de bayonetas subversoras para trepar aventureros políticos. Que es igual a este: -Servicio a la patria representada en sus símbolos, en sus ciudadanos e instituciones, o servicio a los intereses políticos privados del asaltante de turno. Para la prosecución de esta última línea de conducta, sobran los conocimientos técnicos, sobra el culto a la patria, sobran las escuelas, sobra el honor militar.

***

   ¿Se requiere establecer que portar uniformes e insignias inhabilita para ejercer cargos políticos? No. Militares calificados pueden ser llamados en cualquier momento que el interés nacional lo exija a ocupar posiciones elevadas en la administración civil, e incluso la Presidencia de la República. Pero éste que es un cargo electivo y que requiere ser disputado en la contienda cívica reservada al ciudadano sin armas a través del sufragio, obliga al militar activo que lo aspire a separarse previamente de las filas, para no comprometer en forma alguna la función apolítica de las fuerzas armadas. Esto lo enseña el sentido común, pero pretenden hacerlo olvidar en la práctica quienes buscan sacar provecho de la confusión.

   ¿Por qué los conjurados de noviembre, entre quienes figuraba el Ministro de Defensa, si estaban descontentos del régimen imperante, no abandonaron las filas para ir a combatirlo en la calle, sin comprometer a las fuerzas armadas, fundando un partido o ingresando a cualquiera de los existentes? Reflexione sobre ellos el ciudadano armado, con los resultados que tiene a la vista, y ya que se ha hablado de un presunto intento de “disolver” el Ejército, diga quién lo está haciendo de verdad, en esta hora melancólica de la patria indefensa y oprimida.

   No se requiere ser un profeta para predecir que la conmoción producida en el seno de las fuerzas armadas el 24 de noviembre es apenas un preludio de una serie de atentados de la misma naturaleza y entre los mismos asociados por nuevos asaltos al poder. Ya son perfectamente visibles los síntomas de la descomposición interna en el grupo de los empresarios de la sedición. No están contentos los que aspiraban a ser Ministros y Gobernantes y an tenido que permanecer en sus respectivos cuerpos militares reprimiendo brutalmente la resistencia popular, mientras otros más listos disfrutan aquellas posiciones y hacen amigos entre la pseudo-aristocracia corrompida y reciben el incienso de la prensa impúdica y los elogios de los patronos satisfechos por la represión a los organismos sindicales. Ese descontento llevará a nuevos alineamientos, a nuevos compromisos con los partidos minoritarios que devoran a dos carrillos las piltrafas con que se les paga su abyecta complicidad, y saltará el triunvirato en pedazos o integralmente, y se reorganizarán nuevamente los mandos, y se echará a la calle y a los calabozos nuevos grupos de oficiales sin tomar en cuenta sus méritos y su capacidad profesional, mientras la intriga, la rivalidad, la indisciplina y el desprestigio se instalan permanentemente en los cuerpos armados, dejando a la nación sin defensa y a todas las armas y servicios en la más espantosa anarquía.

   Y mientras todo eso ocurra, la economía nacional hasta ayer floreciente sufrirá los impactos de la paralización y el estancamiento, inseparables de la ausencia de iniciativa oficial y del caos social y político que sobrevendrá como consecuencia de la supresión de las libertades públicas y del ambiente de inseguridad general. Ha de verse entonces que el precio de la aventura resulta demasiado elevado y tan oscuro para el crédito y la estabilidad de las fuerzas armadas que se deseará vehementemente volver al punto de partida, o sea el restablecimiento de la legalidad y el retorno de as fuerzas armadas a su misión específica, al margen de todo embate político.

   ¿Pero habrá que esperar hasta entonces? No, si se quiere evitar el cuadro de desgracias previsible. Un camino honorable es el de la rectificación a tiempo, mediante formulas políticas que habrán de encontrarse si se buscan. El pueblo de Venezuela sabe que la democracia no ha de perecer porque así lo quieran sus enemigos. El eclipse actual es momentáneo y determina también nuevos alineamientos en el campo civil, con el inevitable resultado futuro de rescatar el destino nacional para el decoro de su escenario natural, que es la libertad y la justicia.

   La Revolución de Octubre, en que participó la voluntad patriótica de militares y civiles, saldrá de este colapso transitorio con mayor vigor y mayor copia de esperanzas y experiencias salvadoras. Ella es norte seguro para los jóvenes que abrazaron la carrera militar con propósito de dignificarla y transformarla definitivamente en herramienta de la voluntad soberana del pueblo. A ella apelamos como foco de inspiración para el tránsito de esta vergonzosa etapa de opresión nacional.

   Que terminen de una vez por todas las conspiraciones en el seno de las fueras armadas. Que se restaure el régimen constitucional y se respete la voluntad de la nación. He ahí el imperativo categórico de esta hora de dolor y descontento que vive la República, ultrajada en sus símbolos vivos. La responsabilidad del ciudadano armado no puede encontrar otra salida, si consulta con sinceridad el corazón angustiado de la patria.


Valmore Rodríguez 




[1] (*) Se sabe positivamente que el jefe de la guarnición de La Guaira, comandante Mendoza, que fue el primero en desconocer la autoridad del Presidente, se mantuvo en franca insubordinación frente a la Junta Militar, haciendo y deshaciendo a su antojo, asta el punto de imprimir papel y tarjetas en que se daba el título de Comandante de Guarnición “independiente”  de La Guaira. Es también notorio que el jefe de la guarnición de Maracaibo, Comandante Casanova, procedía sin consulta a la autoridad central. Ambos oficiales fueron más tarde separados de sus cargos y encarcelados.



Publicado en Bayonetas de Venezuela
México 1950
Ediciones e Impresiones Beatriz de Silva