lunes, 6 de febrero de 2017

La República en marcha



Maracaibo, marzo de 1936.- La jornada del 14 de febrero jalona decisivamente el avance de la República hacia la realización democrática. En esa fecha memorable iniciamos la liquidación del gomecismo, desplazando sus posiciones a los representantes más peligrosos de la cuadrilla "rehabilitadora" y tomando en nuestras manos los medios de influencia ideológica que harían factible la cancelación de aquellas prácticas que dificultan el sacudimiento total de la conciencia venezolana. 

De la prueba a que se vio sometida la Nación con motivo de este viraje salió el alma de nuestro pueblo pura y sin mancha. La interesada afirmación de nuestra incapacidad para la vida democrática fue destruida sobre el terreno con hechos afirmativos que prueban las inmensas reservas morales de nuestras clases explotadas, en cuyas manos cayó el peso de las más grandes realizaciones y cuya dirección se hace sentir todavía, en profundidad y extensión, a través del proceso revolucionario que contemplamos. 

Porque se ha evidenciado, en el rumbo ideológico como en el económico, la carencia de espíritu de lucha y de comprensión de sus propios problemas que existe en el seno de las clases privilegiadas. La burguesía comercial e industrial del país, en la hora de prueba, no acierta a comprender su papel y se refugia, atemorizada, en una melancólica inhibición que la hace aparecer como aliada de ese tremendo sistema de explotación tipo feudal al cual debe precisamente su ruina. Frente al obrero que sacude su abultado pliego de reivindicaciones adopta una actitud mezquina y le regatea una alianza a que no puede renuncias sin suicidarse. ¿La causa? A primera vista podría tomarse como una resultante de la influencia psicológica del terror gomecista. Profundizando encontraremos que expían la culpa, esas clases privilegiadas, de torpes complicidades que pocos bienes le reportan y que ahora les sirven de remora para un entendimiento de mutua defensa, con las clases trabajadoras. 

Ese entendimiento leal, para las tareas inmediatas que hay que realizar a objeto de impedir el reestablecimiento del sistema feudal económico que a todos nos arruina debe venir; y hay ya síntomas indudables, pasado el desconcierto de la primera hora, que indican que esas clases rezagadas se incorporan decisivamente al movimiento revolucionario, consolidando, para su bien, la primera etapa del proceso democrático, que encuentra su más saliente realización en el programa de gobierno lanzado por el Primer Magistrado de la República. El comercio y la industria, el pequeño criador y agricultor, harán un frente único con el obrero y el campesino explotado, reforzando esa larga batalla contra el latifundismo caudillista y la penetración imperialista extranjera de que debe salir la República vigorosa y su saneamiento físico y mental serán el premio de esa alianza, rica en bienes para todos. 

Pierda el capitalista nacional su miedo a las manifestaciones en la plaza pública. Consolide su posición reclamando, con las clases trabajadoras, el derecho de crítica en la prensa y en el parlamento. Eche a un lado, por incompetente y por las másculas que el gomecismo le dejará, a la vieja guardia de sus hombres "representativos", auspiciando una promoción de hombres nuevos que interpreten sin suscitar sospechas de adhesión a las viejas normas, sus anhelos y necesidades, y la revolución democrática iniciada fecunda en bienes y le librará de zozobras.

Mientras tanto la dirección de la marcha de la República reclama esa pauta invariable, de sujeción estricta a las necesidades de una mayoría que hizo la revolución, y que está dispuesta a defenderla con sus puños y con su sangre. 

El País (Maracaibo, 29 de abrill de 1936) .- p.1 y 2. Fdo. Valmore Rodríguez 

jueves, 5 de enero de 2017

La experiencia de lo Nacional


     Los ejemplos de regímenes anteriores, el modo cómo se iniciaron y cómo se desenvolvieron, han hecho del venezolano corriente un tipo desconfiado y arisco con relación al gobernante, La posición actual de una gran mayoría es rendirse a los hechos cuando se han producido, y aún en este terreno se busca muchas veces una motivación oculta limitadora de la bondad del presente en su encadenamiento con el porvenir. Esta duda constante en el fluir del tiempo, tiene sus ventajas, pero también sus peligros, la desconfianza como sistema puede llevarnos a ese mismo principio del que pretendemos huir. 

    La experiencia aconseja la vigilancia y eso esta bien, es muy loable. Cada acto del gobernante como mandatario del pueblo debe ser revisado con serenidad y con ese sentido del derecho que no podemos delegar. estamos ante una transición que por las especiales circunstancias en que se ha producido ameritan un contralor eficaz y una intervención consistente de la ciudadanía. Pero de ahí a asumir una perenne actitud de rechazo a la ación más nimia del poder público, atribuyéndole  desviaciones que no podemos constatar, hay un abismo peligroso que precisa salvar con coraje y puentes de razonamiento.

     El gobierno de transición que ha aceptado el pueblo de Venezuela le debe su vida constitucional a factores muy complicados que, canalizados en otra dirección hubieran producido serias conmociones, con el probable resultado de una continuación dictatorial ta violenta como la que hemos abandonado. Vencidos en el campo civil los hombres representativos del viejo sistema, e instaurado con la colaboración de todos un nuevo régimen en que los derechos y deberes del ciudadano aparecen igualmente reconocidos, seria temerario aceptar en toda su integridad los primeros y trinchar despiadadamente los segundos. 

     No podemos olvidar el legado legislativo de la tiranía gomecista, que nos violenta a cada paso en el cuadro de la realidad ambiente. Pero no hay que confundir ese legado funesto con el instrumento al cual la necesidad encomienda su aplicación. 

   Luchar lealmente contra la ley absurda, buscando su eliminación, pero no identificarla con el funcionario, si priva en él sano deseo de justicia, ¿es acaso la actitud más cónsona con los difíciles momentos que nos ha tocado vivir?

     En esta sana aspiración de la colectividad venezolana hacia la superación del engranaje legal que nos mueve, debe acompañarnos un sentido equilibrado de lo honesto. El gobierno es la representación del pueblo y debe ser vigilado. Consediéndole naturalmente el deber de pedirnos una retribución de servicios en cosas del interés público, osea, la confianza necesaria a su marcha como regulador de las relaciones sociales.

Panorama (Maracaibo, 29 de abril de 1936).-p.l. Editorial.

Exaltación de lo Nacional


     Tímidamente y a la sordina, durante las postrimerías del régimen anterior, comenzó a florecer en nuestro país una literatura amparadora del nacionalismo económico que era como un reflejo del aporte copioso y arrollador de otros pueblos en la misma materia. Las condiciones especiales bajo las cuales vivíamos entonces restringían el esfuerzo a aquellas industrias que directa o indirectamente se rozaban con las propiedades o el control de Gómez y su camarilla, incluyendo en esta aceptación el interés del físico, que también se consideraba como patrimonio particular. Poetas, oradores y periodistas hablaron largo, aunque confusamente, sobre lo nacional, sin que sus palabras lograra descender de la esfera artística y literaria al plano de la realidad económica.

     El retorno a las prácticas republicanas sacó a la superficie la totalidad de nuestros problemas económicos, que pudieron ser enfocados en toda su máxima gravedad. Esos problemas han encontrado de parte del gobierno una vigilante atención, y a objeto de resolverlos se solicita con ahínco la acción proteccionista del Estado, con la aceptación  consiguiente por parte del consumidor. Entramos así en nueva concepción de lo económico nacional, que ha de permear necesariamente los estratos culturales y políticos que tienen en ellos su base.

     Es lógico y natural que esa estructuración de valores se produzca como resultado de la reconquista ideológica del patrimonio nacional. Acosado dentro de la propia frontera, el venezolano de ayer se extinguía entre las solicitaciones de su pensamiento y una realidad huidiza, sin fondo ni asidero. Devuelto al uso de sus facultades y colocada en un terreno firme, donde ya no es ficción el derecho ni mentira su responsabilidad, se abraza al hito que lo separa de la dispersión para afirmar en su persona la integración de la nacionalidad.  

     La política es la pasión del momento y en la forma como se desenvuelve se advierte un calor desbordante típicamente venezolano. Nos encontramos, nos afirmamos, queremos vivir con el afán desesperado de quien ha estado a punto de disolverse en una atmósfera letal,  traspasado por fluidos sutiles, quemantes. 

     El sentido y la exaltación de lo nacional se a apoderado de nosotros con clamores afirmativos que llenan todas las esferas de nuestra actividad. Nuestra vida venezolana cobra así un ritmo propio que siembra de esperanza renovadoras todos los aspectos de la convivencia social, aligerada del lastre trágico que le impusieran luengos años de sujeción al capricho tiránico de unos pocos hombres sin ley ni conciencia. 

En paz y en orden transcurre el 19


   Los alarmistas y agitadores provenientes del campo del viejo régimen han fracasado lastimosamente en su empeño de rodear la aparición de la fecha clásica del 19 de abril de presagios sombríos. La capital de la República, con un sentido del orden y de la responsabilidad que siempre le atribuimos, ha dado un alto ejemplo de civismo que echó por tierra los cálculos aviesos de los enemigos de las libertades públicas, al permitir, con unánime aplauso de la ciudadanía, la reunión de las Cámaras Legislativas en un ambiente decoroso, sin agresiones ni tumultos impropios del momento histórico en que habían de debatirse cuestiones de vital importancia para el afianzamiento de la República.

     Con la confianza que siempre nos ha inspirado la institución de pueblo venezolano, aún en presencia de los factores de disociación y de anarquía que encrespan la superficie moral de nuestra democracia, rechazamos desde el primer momento la sugestión de ciertos hombres timoratos que aceptaban como buen ala necesidad de medidas extraordinarias de represión contra posibles e imaginarios intentos de saqueos, violaciones e incendios.  Semejantes medidas, cuya adopción anticipada se pida, lejos de llevar a los ánimos la impresión de seguridad que el Estado debe ofrecer, contribuyen a aflojar ese lazo de mutua colaboración necesaria que ha llegado a establecerse entre el Gobierno y el pueblo; relajan la moral ciudadana y siembran una suspicacia peligrosa que debilita la acción del Poder Público sobre la libre voluntad de los asociados. Es así como el pueblo, tomando sobre sí la responsabilidad de sus actos, y ante el voto de confianza que se le pedía, respondió de manera inequívoca en la forma ejemplar que comentamos. 

     A tono con la actitud asumida por la Capital, el Estado Zulia ha ratificado también esta vez sus viejas tradiciones de civismo, conservando en todos sus actos la presencia de ánimo y el sentido de responsabilidad que lo distingue. Maracaibo, la zona petrolera y todos los Distritos del Estado celebraron con actos de extraordinario civismo la fecha del 19 de Abril, sin que se registrara un solo hecho ni un solo desmán violatorios de la tranquilidad pública. 

    Con relación a los primeros actos del Parlamento, la ciudadanía zuliana ha visto con agrado la forma como se han iniciado las labores de ambas Cámaras, y el espíritu de cooperación que preside a todas las manifestaciones de la opinión nacional. Que este espíritu continúe animando e influyendo las deliberaciones del Soberano Cuerpo, es el deseo y la ambición unánime de la ciudadanía como digno remate a las jornadas cívicas que se han sucedido. 

Panorama (Maracaibo, 21 de Abril de 1936).-p.l. Editorial

  

Mañana 19


     La fecha clásica de mañana, que marca el primer hito en nuestra lucha emancipadora, nos encuentra este año sumidos en graves meditaciones. Al festejo incoloro de los programas oficiales de ayer, sucede un proceso en que se contempla como fin primordial la conservación del orden público y la reunión sin tumultos del Congreso nacional. El ciudadano preocupado, ante los nuevos rumbos que se abren, se recoge en la intimidad de su conciencia para rendir a los grandes hombres que realizaron la gesta magna, el único culto posible que las circunstancias demandan: severidad en la conducta y un sincero deseo de obrar, con generoso desprendimiento, en la dirección que aconsejan los altos intereses de nuestro pueblo, amenazados por brotes anárquicos que tienen su raíz en el expirante sistema gomecista. 

     No queremos creer que el pueblo altivo que hace apenas unos meses derribara, en resonante gestas cívicas, el edificio opresor de una tiranía sin precedentes en nuestra historia, se haya olvidado ya de las terribles consecuencias que produce la actitud indiferente o desviada de las mayorías ante acontecimientos de tanta monta como los que tenemos delante, ni que en la hora de las decisiones, cuando el fervor republicano pide actos de responsabilidad, abandone su vigilancia y se entregue atado de manos al provocador sin escrúpulos que pretende capitalizar el desconcierto para inducir al ignorante y al desprevenido a  tomar por caminos que desembocan directamente en el despotismo. Convencidos de la capacidad de asimilación y de la extraordinaria institución que distinguen a nuestro pueblo, aguardamos confiados el desarrollo de las tareas preparatorias que han de devolvernos la libertad de sufragio, base de la democracia. Pero en ese camino y aún admitiendo que hay una línea de conducta ya aceptada dentro de la cual nos movemos con desembarazo, nos asalta la idea de que manos mercenarias quieran interponerse para arrebatarnos la tranquilidad que debe presidir a los primeros actos afirmativos de nuestra voluntad republicana. A soslayar ese peligro debe estar dirigida toda nuestra atención y si lo logramos, el futuro democrático de Venezuela dará un paso seguro a su afianzamiento. 

    La reunión del Congreso Nacional, impugnada por unos pocos u aceptada por la gran mayoría del pueblo venezolano, es el punto de partida de la continuidad legal que se anhela para salvar a la República de una dictadura inminente. Las personas que integran ese congreso no tienen el respaldo popular que daría a sus decisiones la fuerza constitucional necesaria para mantener la confianza; pero hacia el logro de los fines integrales que la República persigue, esos hombres representan el hilo transitorio que no podríamos romper sin exponernos a caer en mayores males irreparables.

    Las reformas urgentes que la República necesita para consolidar su posición serán votadas por el Congreso. Y lo que éste deje en pie quedará sujeto a recursos legales que permitan su solución sin tropiezos. La confianza depositada por los pueblos en la dirección de la acción gubernamental es indicio seguro de que el Congreso no ha de contrariar el espíritu de las leyes que se le sometan, destinadas a mejorar la condición del pueblo todo de Venezuela. De su colaboración en ese sentido depende la conservación de la tranquilidad pública. Que ella venga como corolario de los esfuerzos que toas las fuerzas sanas del país despliegan para cimentar sobre bases perdurables la república democrática. 

Panorama (Maracaibo. 18 de abril de 1936).-p.l Editorial



miércoles, 4 de enero de 2017

Sintomas de normalidad


     Asoman ya, por sobre la encrespada marea de nuestra vida ciudadana, síntomas alentadores de un sano y eficaz recobramiento. Los partidos y "las partidas", concreciones del espíritu de grupo y de la diversidad de intereses en que se divide la población, han expresado con igual violencia cada uno a su hora, sus aspiraciones y deseos, y  al salir del ataque blandiendo el afilado estilete de su retórica, caldeada, asume una actitud tranquila reveladora de su profundo estado de ánimo, aligerado ya del peso de la impaciencia tribunicia y del aplauso tentador. 

     El retorno a las prácticas republicanas ha brindado oportunidad a todas las tendencias, incluso a la gomecista, para manifestarse libremente, y el uso y abuso de esas prácticas  nos van acostumbrando a observar con serena tolerancia la aparición de las más extrañas teorías en el campo de nuestra política activa, sin que ya la zozobra y el temor a posibles cataclismos, haga temblar a la pacífica ciudadanía que ve "los toros desde la barra". 

     No salimos aún, es cierto, del confusionismo universal provocado por los descubridores de panaceas; pero es que apenas comenzamos a trajinar el sendero de libertad, y sería absurdo esperar que 4 meses de discusión pudiera producir el milagro de aclimatar una claridad ideológica que, en otros pueblos ha costado años de dura y terca labor. 

     Lamentablemente excesos de intransigencia continúan produciéndose en sectores que no se distinguen precisamente por su amor a las libertades que hemos conquistado; y todavía la calumnia, aviesamente escondida  tras sospechosos pronunciamientos patrióticos, hiere reputaciones consagradas por un largo ejercicio de incorruptibilidad ciudadana; pero ese fuego graneado de los inadaptables a la nueva condición de vida de los pueblos venezolanos, se va adaptando y alejando a medida que la voz de la serenidad crece y se impone sobre el tumulto irresponsable. 

     También se advierte en el seno de las agremiaciones una más clara comprensión de sus deberes dentro del marco de las necesidades sociales, y si es cierto aún se las ataca y más de cuatro individualistas se empeñan tercamente en disolverlas, sus actividades actuales se desenvuelven con estricta sujeción a la legalidad, y están robustecidas por un firme deseo de perdurar. 

    La normalidad ciudadana necesaria al funcionamiento de las instituciones democráticas no implica el abandono de las posiciones ni la renuncia a las ideas; significa el encauzamiento de las fuerzas actuantes por vías más justas y humanas, substituyendo el encono del ataque personalista por la exposición razonada de principios e ideas.  Sólo éstas tienen valencia y beligerancia en el plano de la política constructiva que pide la nación y serán finalmente las que digan la última palabra en el conflicto planteado entre las diversas fuerzas antagónicas. 

Panorama (Maracaibo, 12 de Abril de 1936).-p.l. Editorial 




Cuatro palabras explicativas de Valmore Rodríguez radiodifundidas anoche por la radio emisora "Ecos del Caribe"




     El deseo de colaborar en el restablecimiento de la tranquilidad ciudadana, perturbada por los manejos de los últimos sátrapas de la Dictadura, había sellado mis labios para la exposición de hechos que no es posible ya seguir ocultando. Me refiero a esa oscura mañana de imputaciones que, a la sombra de un estado de cosas que parecía eternizarse, se cerró sobre mí y sobre un grupo de compañeros, y por lo cual tienen que responder personajes diversos, reclutados entre la burocracia presidencia de Estado, Ministros y clerigalla, incluyendo abogados asueldos y detractores gratuitos.

     No es mi intensión revolver ahora ese cieno ni escarbar en la podredumbre donde se revuelcan confusamente los prohombres del viejo régimen, aforados por la piltrafa y el hueso del imperialismo. En nuestra democracia naciente, donde aún hallan acomodo apetitos disfrazados de legalidad, urge acallar rencores,  sanar heridas y apagar las hogueras donde se consumen banderas rotas que pudieran ser agitadas, con su lazo de incendio, sobre muchedumbres aún vacilantes en el ejercicio de los derechos del ciudadano. 

     Hay, si, la necesidad de apuntar el dedo acusado sobre el sistema tentacular que se nutre de vicios, fatales al desenvolvimiento de la democracia. La liquidación de gomecismo no sería completa sin unas revisión implacable de los factores que contribuyeron a hacerlo viable y poderoso dentro del organismo nacional. Señalemos los vicios, escudriñemos los fundamentos y hagamos presidencia de nombres que ya han sido suficientemente señalados a la vindicta pública, como medio el más eficaz de abrirnos una pica virgen hacia el porvenir, sin temores y sin zozobras. 

     Los problemas que confronta la nación están siendo estudiados con suficiencia desde la cátedra del periodismo libre y en el ambiente caldeado de la pública opinión. Todo ello está muy bien. Y estaría mejor si al estudio de esos problemas se aportara de comprensión capaz de englobarlos a todos, señalando con claridad aquellos que ameritan una consideración más profunda,  por los efectos que producen en la vida económica, política, y social del país. desgraciadamente esta tarea se ha acometido fragmentariamente y sin método. Los determinantes inmediatos y futuros se han olvidado o preterido y el conjunto resulta falseado por consideraciones adjetivas. Geográficamente continuamos siendo unidad aislada. La nación - espíritu vital - no logra acomodarse a las nuevas realidades creadas por los factores económicos que deciden en ultimo término su rumbo cordial y armónico hacia la vida del porvenir. 

     No cabria dentro de los límites de una charla el enfocamiento global de estos problemas. No soy yo el más capacitado para dirigir fielmente vuestra atención hacia lo que considero el más urgente, el más inaplazable, y el más oscuro de nuestros embrollos nacionales. He de intentar, sin embargo, un esbozo de la situación para que otros, más capacitados, la resuelvan o modifiquen. Comienzo a hablar del petróleo y naturalmente del punto de vista zuliano, acerca de las relaciones que deben establecerse entre los explotadores extranjeros y el gobierno, para bien de la colectividad nacional. 

     El petróleo no llevo a la cárcel y de ella retornamos sin mancha, porque la conciencia lavada en el agua lustral de la democracia no toleró amalgama. La democracia venezolana debía nacer, y nació, sin mancha de pecado original...Era bueno, era justo que así sucediera. Y a preservarla libre de salpicaduras contribuimos todos, desde el obrero caraqueño que vertió su sangre en la jornada del 13 de febrero hasta el último ciudadano del más lejano rincón de Venezuela. 

     El petróleo nos llevo a la cárcel. Pero esos viejos compañeros que compartieron conmigo la dura noche del exilio; los hombres que en la prisión consumieron sus energías soñando en el advenimiento de una patria nueva; los estudiantes que surgieron del fondo austero de la casona universitaria a ensayar bríos inéditos y promesas inaplazables; los obreros campesinos que cruzaron sus armas toscas para amparar la democracia, se opusieron al atentado, y de esa prueba temeraria salimos a luchar con bríos renovados, por la salud de la república.

     Así, desde la libre cátedra conquistada por el esfuerzo común, podemos decir hoy que es necesario estudiar, comprender y analizar el problema petrolero.  No con odios de destrucción ni con razonamientos ciegos, sino con la fría reflexión, a la luz de las conveniencias nacionales. 

     Cuando, animados de un sincero deseo de que se establecieran relaciones nacionales entre los trabajadores venezolanos y las poderosas compañías petroleras radicadas en Venezuela, acometimos a raíz de la muerte de Goméz, la tarea de incorporar esas grandes masas al movimiento de liberación nacional, los lacayos del imperialismo movilizaron todas sus fuerzas para impedir que la voz de esta rica región de Venezuela fueses escuchada. Se vio entonces hasta qué punto los recursos de esas compañías dominaban, no sólo la  vida económica de nuestro Estado, sino todos los resortes de la vida económica, social y política de la nación. La redada sistemáticamente ordenada y en que hubimos de caer obreros, comerciantes e intelectuales, hizo comprender a las fuerzas vivas del país que el problema de la liquidación del gomecismo estaba estrechamente vinculado al problema de sujetar, con lazos fuertes de legalidad, las maniobras tentaculares de las grandes empresas extranjeras.  La necesidad de sofocar infantiles leyendas de comunismo, se convirtió en una necesidad muy urgente de estudiar y resolver sobre el terreno las cuestiones candentes que planteaba el más poderoso aliado del gomecismo. 

     Ahora pasa la ráfaga de persecución y barrido este estado de Augias de los viejos mandatarios gomecistas, la confianza comienza a renacer y el Zulia muestra libremente su llaga al sol, en espera de remedio eficaz que ha de sanar.

     No. No vamos a seguir reviviendo la manida leyenda del separatismo, ni las tesis regionalistas. El problema fundamental del Zulia es el petróleo. Del manejo de esta cuestión depende su tranquilidad social. Restablecidas las garantías ciudadanas que nos libran del atropello, resultó el problema de los hombres que han de gobernarlo, queda en píe la solución a buscar de sus más urgentes necesidades sociales.  Estos no pueden ser resueltos por simples decretos o resoluciones; podrían ser atendidos por una legislación adecuada, pero habrán de merecer constantemente atención por parte de todos los ciudadanos. No basta con señalar peligros para justificar una desatención complaciente. Los peligros residen más en la lenidad que en el control severo ejercido por la nación. Y ésta, ya lo hemos visto, se siente acogotada por mil garras sutiles que la impelen a considerar este problema con especial preferencia. 

     La República ha nacido y ensaya sus primeros pasos. Cerrar filas en este movimientos defendiendo con todas nuestras fuerzas las posiciones conquistadas es un deber irrenunciable de la ciudadanía. Contra las prácticas del gomecismo agonizante y contra todas sus fuerzas aliadas, debemos considerar un frente de acción que haga posible el afianzamiento de la república democrática.

     Sujetemos también el petróleo al poste de la Ley y la tranquilidad social del país será un hecho cumplido.

Panorama (Maracaibo, 2 de marzo de 1932).-p.l y 8. Fdo.: Valmore Rodríguez