jueves, 5 de enero de 2017

Mañana 19


     La fecha clásica de mañana, que marca el primer hito en nuestra lucha emancipadora, nos encuentra este año sumidos en graves meditaciones. Al festejo incoloro de los programas oficiales de ayer, sucede un proceso en que se contempla como fin primordial la conservación del orden público y la reunión sin tumultos del Congreso nacional. El ciudadano preocupado, ante los nuevos rumbos que se abren, se recoge en la intimidad de su conciencia para rendir a los grandes hombres que realizaron la gesta magna, el único culto posible que las circunstancias demandan: severidad en la conducta y un sincero deseo de obrar, con generoso desprendimiento, en la dirección que aconsejan los altos intereses de nuestro pueblo, amenazados por brotes anárquicos que tienen su raíz en el expirante sistema gomecista. 

     No queremos creer que el pueblo altivo que hace apenas unos meses derribara, en resonante gestas cívicas, el edificio opresor de una tiranía sin precedentes en nuestra historia, se haya olvidado ya de las terribles consecuencias que produce la actitud indiferente o desviada de las mayorías ante acontecimientos de tanta monta como los que tenemos delante, ni que en la hora de las decisiones, cuando el fervor republicano pide actos de responsabilidad, abandone su vigilancia y se entregue atado de manos al provocador sin escrúpulos que pretende capitalizar el desconcierto para inducir al ignorante y al desprevenido a  tomar por caminos que desembocan directamente en el despotismo. Convencidos de la capacidad de asimilación y de la extraordinaria institución que distinguen a nuestro pueblo, aguardamos confiados el desarrollo de las tareas preparatorias que han de devolvernos la libertad de sufragio, base de la democracia. Pero en ese camino y aún admitiendo que hay una línea de conducta ya aceptada dentro de la cual nos movemos con desembarazo, nos asalta la idea de que manos mercenarias quieran interponerse para arrebatarnos la tranquilidad que debe presidir a los primeros actos afirmativos de nuestra voluntad republicana. A soslayar ese peligro debe estar dirigida toda nuestra atención y si lo logramos, el futuro democrático de Venezuela dará un paso seguro a su afianzamiento. 

    La reunión del Congreso Nacional, impugnada por unos pocos u aceptada por la gran mayoría del pueblo venezolano, es el punto de partida de la continuidad legal que se anhela para salvar a la República de una dictadura inminente. Las personas que integran ese congreso no tienen el respaldo popular que daría a sus decisiones la fuerza constitucional necesaria para mantener la confianza; pero hacia el logro de los fines integrales que la República persigue, esos hombres representan el hilo transitorio que no podríamos romper sin exponernos a caer en mayores males irreparables.

    Las reformas urgentes que la República necesita para consolidar su posición serán votadas por el Congreso. Y lo que éste deje en pie quedará sujeto a recursos legales que permitan su solución sin tropiezos. La confianza depositada por los pueblos en la dirección de la acción gubernamental es indicio seguro de que el Congreso no ha de contrariar el espíritu de las leyes que se le sometan, destinadas a mejorar la condición del pueblo todo de Venezuela. De su colaboración en ese sentido depende la conservación de la tranquilidad pública. Que ella venga como corolario de los esfuerzos que toas las fuerzas sanas del país despliegan para cimentar sobre bases perdurables la república democrática. 

Panorama (Maracaibo. 18 de abril de 1936).-p.l Editorial



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