miércoles, 4 de enero de 2017

Sintomas de normalidad


     Asoman ya, por sobre la encrespada marea de nuestra vida ciudadana, síntomas alentadores de un sano y eficaz recobramiento. Los partidos y "las partidas", concreciones del espíritu de grupo y de la diversidad de intereses en que se divide la población, han expresado con igual violencia cada uno a su hora, sus aspiraciones y deseos, y  al salir del ataque blandiendo el afilado estilete de su retórica, caldeada, asume una actitud tranquila reveladora de su profundo estado de ánimo, aligerado ya del peso de la impaciencia tribunicia y del aplauso tentador. 

     El retorno a las prácticas republicanas ha brindado oportunidad a todas las tendencias, incluso a la gomecista, para manifestarse libremente, y el uso y abuso de esas prácticas  nos van acostumbrando a observar con serena tolerancia la aparición de las más extrañas teorías en el campo de nuestra política activa, sin que ya la zozobra y el temor a posibles cataclismos, haga temblar a la pacífica ciudadanía que ve "los toros desde la barra". 

     No salimos aún, es cierto, del confusionismo universal provocado por los descubridores de panaceas; pero es que apenas comenzamos a trajinar el sendero de libertad, y sería absurdo esperar que 4 meses de discusión pudiera producir el milagro de aclimatar una claridad ideológica que, en otros pueblos ha costado años de dura y terca labor. 

     Lamentablemente excesos de intransigencia continúan produciéndose en sectores que no se distinguen precisamente por su amor a las libertades que hemos conquistado; y todavía la calumnia, aviesamente escondida  tras sospechosos pronunciamientos patrióticos, hiere reputaciones consagradas por un largo ejercicio de incorruptibilidad ciudadana; pero ese fuego graneado de los inadaptables a la nueva condición de vida de los pueblos venezolanos, se va adaptando y alejando a medida que la voz de la serenidad crece y se impone sobre el tumulto irresponsable. 

     También se advierte en el seno de las agremiaciones una más clara comprensión de sus deberes dentro del marco de las necesidades sociales, y si es cierto aún se las ataca y más de cuatro individualistas se empeñan tercamente en disolverlas, sus actividades actuales se desenvuelven con estricta sujeción a la legalidad, y están robustecidas por un firme deseo de perdurar. 

    La normalidad ciudadana necesaria al funcionamiento de las instituciones democráticas no implica el abandono de las posiciones ni la renuncia a las ideas; significa el encauzamiento de las fuerzas actuantes por vías más justas y humanas, substituyendo el encono del ataque personalista por la exposición razonada de principios e ideas.  Sólo éstas tienen valencia y beligerancia en el plano de la política constructiva que pide la nación y serán finalmente las que digan la última palabra en el conflicto planteado entre las diversas fuerzas antagónicas. 

Panorama (Maracaibo, 12 de Abril de 1936).-p.l. Editorial 




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